En Perú, Lula recibe honoris causa de la universidad más antigua de las Américas

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El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva recibió este jueves (5) por la tarde, en la ciudad de Lima, el título de doctor honoris causa de la Universidad Mayor de San Marcos, la más antigua de las Américas. Tras recibir el premio de manos del rector Pedro Atilio Corillo Zegarra, Lula confesó la emoción especial por la condecoración de esta universidad fundada en 1551. “Imaginen el orgullo de recibir este título de la misma universidad que concedió honoris causa a San Martín y Simón Bolívar”.

Lula también se dijo orgulloso porque, pese a no haber tenido la oportunidad de cursar una carrera universitaria, su trabajo ayudó a muchos brasileños a tener esa oportunidad. Lula fue el presidente que más universidades federales construyó en Brasil, recordando que en toda la historia del país solo habían sido construidas 140 escuelas técnicas federales hasta 2003 y, desde que Lula asumió la presidencia, se construyeron 290 escuelas técnicas federales en Brasil.

Mencionando los programas federales Prouni y Fies, Lula reveló su emoción al ver a “un hijo de ayudante de albañil estudiando medicina o a un hijo de jardinero de cementerio haciendo democracia” y poder promover “oportunidades iguales para las personas durante su paso por la Tierra”.

El ex presidente defendió el derecho universal a la educación de calidad y a una mayor integración entre las universidades de América Latina para promover una verdadera cultura latinoamericana. “En los últimos diez años, 36 millones de brasileños y brasileñas salieron de la pobreza extrema. Más de 40 millones entraron a la clase media. Hemos creado 20 millones de empleos formales. El pueblo que conquistó esa hazaña es el verdadero destinatario de todas las honras. Hemos probado que era plenamente posible crecer distribuyendo ingresos, que no era necesario esperar a crecer para distribuir. Hemos probado que era posible aumentar los salarios sin aumentar la inflación.”

Lea a continuación el discurso completo:

Es un inmenso honor recibir el doctorado honoris causa de la más antigua universidad latinoamericana. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos es una referencia, por su prestigio académico internacional y por el papel que ha desempeñado a lo largo de la historia.

Esta casa fue el escenario privilegiado de las luchas por la emancipación de las naciones americanas y de la construcción de ese gran país que es hoy Perú.

Aquí se han formado algunos de los más renombrados científicos, intelectuales, escritores y humanistas que el país ha ofrecido al mundo. Es la cuna de la gran literatura peruana, de las más originales y creativas de las Américas.

Imaginen el honor que significa recibir la máxima distinción de la universidad que concedió el doctorado honoris causa a José de San Martín, a Simón Bolívar y a más de diez Premios Nobel en varios campos del conocimiento.

Probablemente sea yo el primer trabajador metalúrgico a quien esta universidad concede un doctorado honoris causa. Eso me deja muy honrado.

Soy un trabajador igual a tantos otros, que se convirtió en presidente de Brasil por la voluntad de su pueblo. Un obrero metalúrgico que nació en una de las regiones más pobres de Brasil y tuvo que migrar, con la madre y siete hermanos, a la periferia de una gran ciudad en busca de supervivencia.

Durante muchos años de mi vida, cargué con orgullo el diploma de tornero mecánico, obtenido en un curso para jóvenes trabajadores. Mi segundo diploma fue el de Presidente de la República, otorgado en elecciones libres por el pueblo brasileño.

Este doctorado no es solo una distinción dirigida a mi persona. Sé que significa también un reconocimiento a las transformaciones que Brasil y toda América Latina han conocido a lo largo de la última década.

Es un reconocimiento a los ideales y utopías que parecían tan distantes hace algunos años y que hemos empezado a construir de forma activa en esta última década.

Magnífico rector, mis amigos, mis amigas,

En los últimos diez años, 36 millones de brasileños y de brasileñas salieron de la pobreza extrema. Más de 40 millones entraron a la clase media. Creamos 20 millones de empleos formales.

El pueblo que conquistó esta hazaña es el verdadero destinatarios de todas las honras.

Hemos probado que era plenamente posible crecer distribuyendo ingresos, que no era necesario esperar a crecer para distribuir. Hemos probado que era posible aumentar salarios sin aumentar la inflación.

Hemos probado que la democracia se fortalece, se consolida y se profundiza cuando la riqueza se distribuye de forma más igualitaria; cuando se extiende a todos la oportunidad de una vida más digna.

Hemos mostrado que es posible mejorar una sociedad cuando los pobres dejan de ser tratados como un problema y pasan a ser considerados parte fundamental de la solución.

Las conquistas sociales y económicas en Brasil fueron posibles en un contexto inédito de participación y movilización de la sociedad.

A lo largo de mi gobierno, fueron realizadas 74 conferencias nacionales, que involucraron a millones de ciudadanos, para definir políticas públicas que fueron adoptadas en educación, salud, protección a la infancia, desarrollo regional, medio ambiente, promoción de la igualdad racial – en fin, en los diversos sectores que conforman un proyecto nacional de desarrollo con inclusión.

Las grandes transformaciones en la sociedad brasileña no se han dado de forma aislada, sino que transcurren en un contexto sudamericano marcado por grandes avances democráticos.

Cada país a su manera, de acuerdo a nuestras distintas realidades, hemos sido capaces de superar regímenes dictatoriales que hacían de América del Sur una caricatura política y una tragedia social.

La democracia es hoy un valor que nos distingue a los ojos del mundo. Es un valor que se inscribe, en letras perennes, en los estatutos de la Unasur y de los organismos regionales que hemos construido.

Mis amigos y mis amigas,

La universidad tiene un papel destacado en la consolidación democrática en nuestra región. Ella debe asumir, con coraje y determinación, el reto de combinar la excelencia académica y la ampliación de las oportunidades de acceso y permanencia de los más pobres.

Comprendo ese papel como parte del esfuerzo que hacemos de asegurar el acceso a la enseñanza pública de calidad para todos. Se trata de universalizar un derecho básico y de crear condiciones para el desarrollo sustentado a lo largo del tiempo.

Cuando asumí el gobierno, prohibimos la utilización de la palabra gasto en lo que se refiere a la educación. Todo el dinero público destinado a la educación pasó a ser tratado por su verdadero nombre: inversión. Con ese pensamiento triplicamos el presupuesto nacional asignado a educación.

Los datos de la expansión y la democratización de la educación en la última década fueron mencionados generosamente por el Profesor Marco Martos. Muchas gracias, Profesor, por la síntesis realizada.

Debo añadir que en el día de hoy, en Brasilia, la presidenta Dilma Rousseff está firmando los decretos de creación de 4 nuevas universidades públicas.

Es la profundización de la directriz que adoptamos y que representó, en mi gobierno, duplicar el número de plazas en la educación pública superior.

Ustedes no se imaginan lo que significa para este trabajador metalúrgico haber inaugurado en Brasil 14 universidades federales y 126 extensiones universitarias, convirtiéndome así en el presidente que más universidades creó en la historia de mi país.

No está demás recordar que la Universidad de San Marcos fue creada en 1551. En Brasil, la creación de la Universidad de Rio de Janeiro, la primera del país, data de 1920.

Para un joven de familia pobre de mi generación, tener acceso a la universidad era un objetivo casi imposible.

Hoy, muchos jóvenes de las regiones más pobres de mi país pueden tener acceso a la universidad, no solo porque terminan la enseñanza secundaria, sino también porque pasaron a tener un campus universitario en su propia ciudad o en una ciudad vecina.

Mis amigos, mis amigas,

Ampliar las oportunidades educativas de los jóvenes pobres es la más urgente y necesaria reparación de una injusticia crónica. Hacer que el derecho a la educación deje de ser patrimonio de pocos debe ser el compromiso de todo gobierno democrático.

En 2005, creamos el Prouni, un programa que canjea la deuda de impuestos de las universidades privadas por becas para alumnos de familias pobres. Este programa ya ha abierto las puertas de la educación superior a más de un millón 300 mil jóvenes.

En 2010, revolucionamos el sistema de financiamiento universitario, ofreciendo crédito estudiantil con intereses subsidiados en los bancos públicos, con plazos de pago más largos. Jóvenes médicos y profesores que optan por el servicio público tienen sus deudas simplemente canceladas.

El Congreso brasileño aprobó la Ley de Cuotas, recientemente reglamentada por la presidenta Dilma, que destina el 50% de las plazas de las universidades públicas a los estudiantes más pobres, los negros y los indígenas.

Gracias a ese conjunto de iniciativas, cualquier joven brasileño tiene hoy la oportunidad de cursar una carrera universitaria, algo con lo que los padres de la gran mayoría de ellos jamás podría soñar algunos años atrás.

Cuidamos además de ampliar las oportunidades de formación profesional en la enseñanza secundaria, de forma tal que sus egresados puedan integrarse dignamente al mundo del trabajo.

En mi gobierno inauguramos 290 escuelas técnicas de nivel secundario. Este número representa una vez y media toda la cantidad de escuelas técnicas creadas a lo largo de todo un siglo en Brasil.

En alianza con las organizaciones de la industria y del comercio, el gobierno de la presidenta Dilma creó el Pronatec, un programa de enseñanza profesional que ya cualificó a 2 millones de trabajadores y va a atender a 6 millones más los próximos años.

Ella creó, asimismo, el programa Ciencia Sin Fronteras, que ya envió a 25 mil jóvenes brasileños a estudiar a las mejores universidades del mundo.

Podemos mirar con confianza hacia el futuro y saber que nuestros jóvenes y niños de hoy van a compartir un mundo mejor, con más oportunidades que el que conoció nuestra generación, en Brasil y en los países que pasan por transformaciones similares.

Mis amigos, mis amigas,

Recibo este diploma con mucha alegría porque sé que él también reconoce el esfuerzo conjunto para promover la integración de América Latina.

Una de las nuevas universidades que creamos dialoga directamente con nuestra historia y con muestro proyecto común. Se trata de la Universidad de la Integración Latinoamericana.

La UNILA congrega a profesores y alumnos de toda la región, incluyendo un centenar de estudiantes peruanos.

En los últimos diez años, la política externa brasileña ha mantenido el claro sentido de acercar pueblos y países con profunda identidad histórica, social, cultural y económica.

A lo largo de los siglos, sin embargo, estuvimos alejados los unos de los otros. Nuestra mirada estaba más dirigida a la antigua metrópolis, a los grandes centros económicos del norte, que a nuestros orígenes comunes en América.

Un sencillo ejemplo es suficiente para que constatemos la distorsión que estamos corrigiendo: fueron necesarios más de 500 años para que construyamos el primer puente que conecta Brasil a Perú y el primer puente que conecta Brasil a Bolivia – y mucho me enorgullece que esto haya ocurrido durante mi gobierno.

Hace una década, Brasil y Perú iniciaron una alianza estratégica que debemos fortalecer y ampliar. Nuestros países deben crecer juntos, construyendo todos los puentes posibles.

La amistad entre Brasil y Perú fortalece el histórico proceso de integración regional que vive hoy América del Sur. Tenemos que estar más unidos porque nuestro futuro no depende solo de nosotros, sino de lo que seamos capaces de construir juntos.

José María Arguedas, uno de los hijos más dilectos de esta Universidad, escribió una vez: “cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo, puede vivir, feliz, todas las patrias”.

La educación democrática nos libera y nos despoja de las cadenas del egoísmo y del individualismo. Garantizar a todos el derecho a una educación de calidad, hacer del conocimiento un bien común, un patrimonio público, permite construir sociedades más justas, patrias más humanas.

Patrias como las que un día tuvieron el coraje de imaginar los que hicieron de la Universidad de San Marcos una de las grandes universidades de América.

Honrando su memoria, expreso mi gratitud por el diploma que ustedes me conceden.

Muchas gracias.