Ex ministro de Mandela pide “momento Lula” en Sudáfrica

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Jay Naidoo es Secretario General de la Cosatu, ex ministro del gobierno de Mandela y Presidente de la GAIN, una fundación global que combate a la desnutrición en el planeta. Él se encontró con Lula, durante la visita del ex presidente a Sudáfrica, el día 17 de noviembre, y dijo que el encuentro “será difícil de ser olvidado”. En un texto publicado en la página web “Daily Maverick”, Jay Naidoo explica porque cree que un “momento Lula” sería importante para su país.

Sigue abajo el texto en su totalidad:

El momento Lula y este nuestro país, Sudáfrica.

Por Jay Naidoo, 23 de Noviembre de 2012

 “El mayor legado de mi presidencia no son los programas que sacaron a 30 millones de brasileños de la pobreza absoluta y crearon 15 millones de empleos. Fueron la prestación de cuentas de las instituciones públicas y una real asociación con el empresariado, el movimiento sindical y la sociedad civil los que llevaron esperanza al pueblo. Pusimos las necesidades de las personas en primer lugar. No las nuestras”. Este fue el punto fundamental que el ex presidente Lula expuso cuando nos encontramos esta semana. Un encuentro que será difícil de ser olvidado.

“Yo no era el presidente. El pueblo era el presidente. La fundación del “Milagro Brasileño” no es mía. Es del pueblo. Si yo fracasara con mi gente, el pueblo mismo que me había elegido estaría fracasando, y los pobres probarían que sus críticos tenían la razón y que nosotros no teníamos lo que era necesario para comandar”, dijo él enfáticamente.

Los desafíos del primer equipo [de gobierno] eran enormes. Frente a una hiperinflación, una burocracia inamistosa y fuerzas armadas sospechosas, la administración Lula se vio ante difíciles alternativas. El Partido de los Trabajadores, liderado por Lula, representaba tan solo 17% de los miembros de un fragmentado y caótico Congreso, dominado por poderosos intereses ocultos que, por regla general, se oponían a Lula.

Él reconoció la necesidad de estabilizar el cuadro macroeconómico a través de una serie de medidas que culminaron en la estabilidad. Sin embargo, él lo hizo por medio del diálogo transparente incluso con sus más fieros críticos.

Lula es la antítesis del síndrome de la arrogancia política del “gran hombre” que domina tantos gobiernos. Él cruzó todo el país diversas veces; movilizó los movimientos de trabajadores sin tierra, los sindicatos, la sociedad civil y los movimientos sociales.

Su primer mandato fue definido por  la puesta en marcha del programa Hambre Cero, con el compromiso de que cada familia brasileña pudiera comer tres veces al día. Su infancia de penuria hizo huellas indelebles en las memorias de Lula. “La primera vez que comí pan fue a los siete años. Vivíamos de la yuca. Mis pades no tenían dinero. En el gobierno les pregunté a los ministros cómo las leyes, las políticas y las acciones que ellos proponían podrían contribuir para erradicar el hambre”.

Fue esa experiencia personal la que condujo su determinación en hacer que los pobres fueran bien sucedidos creando alternativas para que salieran de la pobreza. El programa Hambre Cero abarca 12 millones de familias, un cuarto de la población brasileña de 190 millones, un programa que provee transferencias condicionadas de renta para reducir la pobreza a corto plazo al mismo tiempo en que obliga a los padres para que garanticen que a sus hijos se les vacunen y que vayan al colegio. Romper ese ciclo intergeneracional de pobreza se volvió el trazo distintivo de la Presidencia Lula.

Pero el objetivo a largo plazo era mejorar el capital humano. Lula, el primer presidente de Brasil sin un diploma universitario, está convencido de que el derecho a la educación de calidad y a la inclusión social son las herramientas más importantes para que se construya una economía global competitiva. Él se enorgullece de haber sido el presidente que más ha creado universidades y escuelas técnicas.

“Combatiendo la pobreza, primoreando calificaciones e invirtiendo en la oferta de servicios educacionales el gobierno fue decisivo para acelerar la ascensión tanto de la población pobre a empleos decentes como de la clase media. Necesitamos tener éxito en la creación de una clase de emprendedores que pueda garantizar sus propios medios de subsistencia y que impulse la generación de empleos.”

Característicamente diversa, la población brasileña se mantuvo dividida por siglos. Esa misma división hizo con que surgiera una militancia y diversos movimientos sociales. El propio Lula ha subido puestos en la jerarquía sindical y de ella se volvió un líder en los años 80. Los conflictos entre los movimientos de los sin tierra e a oligarquía latifundista, la militancia de los sindicatos bajo dictaduras militares, los desafíos interraciales – todos fueron determinantes en la construcción de la confianza a través de la transparencia y de una expresiva participación pública.

La popularidad de Lula y de sus políticas públicas y sociales progresistas reflejaban la cohesión social arduamente construida, mucho por la fuerza de su personalidad.

Una de sus primeras acciones como presidente fue organizar el CONSEA, un consejo en el cual actores de la sociedad civil eran integrados en el proyecto e implementación del programa Hambre Cero. Además de ser un espacio para la discusión, el CONSEA daba la posibilidad a militantes de la sociedad civil de influenciar políticas gubernamentales.

Líneas especiales de crédito a los pequeños productores rurales, responsables por 70% de la producción de alimentos (y por la creación de más empleos y valor por hectárea), han hecho que creciera toda una industria de tractores para pequeños productores rurales y han facilitado el acceso a semillas, financiación, agua, tierra y fertilizantes.

El CONSEA hizo mociones junto al Congreso por la aprobación de un proyecto de ley obligando los gobiernos municipales a comprar por lo menos 30% de la producción de los agricultores familiares, además de vincular tal producción directamente a los programas de alimentación escolar del gobierno, aumentando mucho la renta de esos agricultores y abriéndoles acceso vital a los mercados. El impacto inmediato fue la mejora en la salud, educación y nutrición de sus hijos.

Los sindicatos negociaron un programa de crédito consignado con los bancos públicos, eliminando prestamistas inescrupulosos y evitando la trampa del endeudamiento para millones de trabajadores. Por primera vez, un sinfín de brasileños vieron la esperanza y la oportunidad materializadas, mientras el consumo aumentaba en la economía a medida que mejoraba la condición de vida. Impresionantes 50 millones de personas mejoraron su vida y subieron para las clases medias.

Lula comparecería personalmente a conferencias nacionales de movimientos populares organizadas por el Secretario General de la Presidencia, oyendo sus pleitos, frustraciones y esperanzas. Había el sentimiento de que Lula era uno de ellos, de que él estaba a su lado, identificado con sus dificultades. Lula trabajó sin cesar para reducir la distancia social entre el gobierno y la vasta mayoría de los brasileños.

En el gobierno Lula el poder fue concentrado en el ministro de la Casa Civil, que recibió delegación directa del propio Lula para actuar. La observación detallada y el desempeño de los ministros del gobierno eran evaluados e informes emitidos para escrutinio público. La actual presidente de Brasil, Dilma Roussef, sustituyó al ministro de la Casa Civil, que se vio implicado en un escándalo de compra de votos en 2006. Dilma Rousseff unificó los programas sociales, instituyó sistemas gerenciales y centralizó la fiscalización, la planificación y la prestación de cuentas.

El segundo mandato de Lula fue definido por un proyecto en especial, el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), un proyecto de más de US$350.000 millones que visa remover las barreras para el crecimiento y estimular la infraestructura social y urbana. Como parte del programa, el gobierno otorgó concesiones en régimen de asociaciones público-privadas para siete autovías federales.

El rol de protagonista del BNDES, el banco de fomento brasileño, y de otras autarquías fue fundamental para que se pudiera asumir los riesgos inherentes a una estrategia [de desarrollo] industrial y de infraestructura que abriría nuevos sectores y atraería volumen considerable de capital privado. En 2011, el BNDES desembolsó aproximadamente US$100.000 millones.

Diversas veces tuve la oportunidad de reunirme con los gestores del BNDES y de constatar el papel central que este banco desempeñó en la mejora de la competitividad económica y en el trabajo de captar capital privado a través de asociaciones público-privadas innovadoras, financiar desarrollo industrial en gran escala, construir mercados de capital y promover pequeñas y medianas empresas – catapultando Brasil a la posición de octava mayor economía del mundo.

Lula supo movilizar las empresas estatales con eficacia, nombrando gestores competentes y asegurando una división clara de responsabilidades entre el gobierno y esas entidades en términos de gobernanza corporativa.

Habiendo visitado Brasil diversas veces, me impresionaron las conversaciones que tuve con personas comunes, taxistas, empleados de hoteles, jóvenes en las calles, activistas trabajando en chabolas para magnates de los negocios, y también con ministros del gobierno. A pesar de las dificultades que [los brasileños] todavía afrontan en un país con casi cuatro veces la población de Sudáfrica, el sentimiento de esperanza es generalizado.

¿Y qué pasó cuando Lula salió? En el gobierno desde hace dos años, la Presidente Dilma Roussef adoptó una postura firme, dimitiendo a varios ministros por corrupción, malversación de fondos y tráfico de influencia. Ella excedió la popularidad de Lula por sus propios méritos.

Mientras la temperatura política en nuestro país aumenta a medida que el Mangaung [elecciones del CNA] y las próximas elecciones generales se acercan, yo espero que el abordaje sensato de la Presidente Rousseff de la cuestión de la gobernanza sea instructivo para quienes quieran aprender algo del “Momento Lula”.

Lula seguramente no es un ser perfecto, como él mismo correctamente lo reconoce. Él cometió errores. Existen críticas muy legítimas acerca de su fracaso en la implementación de un programa más radical de reforma agraria, bien como por no haber sido más severo con respecto a la corrupción en que compañeros suyos en altos puestos partidarios fueron implicados.

Pero aunque las redacciones y los analistas no se cansen de investigar cada paso que él da, Lula es vehemente en su creencia en la independencia de los medios y en la libertad de expresión. “El derecho del pueblo de expresarse fue la razón por la cual luchamos contra la dictadura. No podemos jamás comprometer este derecho humano básico”. (Ese es un consejo oportuno para nuestros propios legisladores en nuestro Parlamento, en este momento en que ellos debaten la aprobación de la Secrecy Bill [Ley de Protección a las Informaciones del Estado]).

Pero, por encima de todo, al escuchar las voces instructivas que vienen de Brasil, yo comprendo qué caracteriza a un líder servidor. Tal líder unifica una nación herida, escucha las voces desesperadas de los marginados y conscientemente evita debates públicos nocivos, al mismo tiempo en que mantiene la firmeza del discurso público. Es un regreso al espíritu del servir, reconstruir y desarrollar lo que inspiró nuestra nación en su nacimiento, guiado por nuestro compromiso soberano de dar mejores condiciones de vida a nuestro pueblo.

Y el líder servidor de Sudáfrica podría empeñarse en realizar nuestro propio “Momento Lula”. Los pasos no son tan difíciles de formular: necesitamos asegurar que la transparencia será nuestro punto de partida y prioridad, después hacer un pacto social que establezca confianza entre la iniciativa privada, el gobierno y los sindicatos. Solamente entonces los desamparados y los olvidados tendrán esperanza. Y solamente entonces conseguiremos hacer que los mejores y los más inteligentes de nosotros vengan a servir a esta sufrida nación y a sacarla del pantano que es la realidad sudafricana de hoy día.

¿Cuándo vamos a empezar?DM


Jay Naidoo es presidente del Consejo de Administración del Consejo de Asociados de la Alianza Global para la Mejora de la Nutrición (GAIN). Para informaciones biográficas, consulte su página en www.jaynaidoo.org/bio